Por LuCros 2014-05-29 11:00AM
Este delicado problema, que no solo es del Perú, parece estar ocurriendo en muchas partes del mundo. La noble profesión médica, así como de las afines a la salud, requiere inversión de dinero, dedicación, talento y sobre todo, de vocación.
Para ejercer la profesión de la salud de la mano con los avances en ciencia y tecnología, se requiere también contar con infraestructura, materiales de trabajo, insumos, medicinas y demás herramientas cuya existencia significan un alto costo de investigación, desarrollo, mantenimiento y disponibilidad.
Contar con centros de salud adecuadamente implementados, con personal calificado y con acceso a materiales disponibles para dar atención, supone siempre un costo muy elevado.
Las necesidades de salud de una persona responden también a muchos factores, como su condición económica, condiciones preexistentes, genéticas y sus hábitos de vida.
Por un lado, el Estado regula, vigila y promueve la salud. Por otro lado, dice la Constitución que la protección de la salud es un derecho.
Ahora, la pregunta es: ¿Quién asume los costos de las necesidades de salud? Y también: ¿Cómo se asume?
No existe actualmente un modelo a seguir sobre cómo los países deben conducir este tema. Según si el país tiene una política social o mercantilista, el problema se manifestará hacia un lado o hacia el otro. Paradójicamente, los costos de salud tienden al alza a medida que avanza la tecnología. Las empresas investigan y crean medicamentos y dispositivos que previenen y curan males en menor tiempo, y con menos efectos secundarios. Pero los costos en general están siempre al alza.
En ciertos países ocurre que existen altos costos para mantener las licencias para ejercer, y son caros también los seguros de los profesionales de salud, sin los cuales sencillamente no pueden ejercer. Una vez más reflexionamos, ¿Quién cubre estos costos?
Se dice, por ejemplo, que los gobiernos, mientras menos carga administrativa tengan, es mejor para el ciudadano común, ya que esto se traduce en menos pago de impuestos, que en ciertos países puede sobrepasar el 40% del ingreso. Algunos países conocidos por poseer excelentes programas sociales, ya han empezado a reducir los beneficios que ofrecen por los altos costos que ello suponen.
En el otro extremo, están los países que dejan todo en manos del sector privado y los individuos terminan asumiendo los costos de salud. Ahí más bien, el Estado no puede intervenir abiertamente, y la empresa privada suele priorizar la ganancia económica por encima del servicio que brinda.
Por otro lado, están los países con altos índices de pobreza y que dependen de los apoyos de programas extranjeros y de la caridad de empresas privadas, sin embargo, este apoyo nunca será suficiente, por diversas razones.
¿En qué irá a terminar esto?
No se sabe.
Mientras siga habiendo empresas de investigación que invierten presupuestos altísimos, y en muchos casos quien invierte es porque procura rédito; mientras siga habiendo profesionales que intentan hacer de su práctica un modo de vida digno para ellos y sus familias; mientras siga habiendo individuos cuyas necesidades de salud son cada vez mayores; mientras siga habiendo gobiernos que pretenden cubrir costos a la vez que manejan otros costos también prioritarios; y mientras siga habiendo intereses y necesidades en cada una de estas latitudes, tarde o temprano la cuerda se tendrá que romper, y generalmente esto ocurre siempre del lado más débil. Y ese lado más débil dependerá de cómo una sociedad esté organizada.
Concluyo entonces:
Que estamos ante un problema sin solución. O regresamos a la medicina naturista y empezamos a vivir una vida lo más saludable posible, o nos hacemos cargo de nuestros costos de salud, así como gastamos dinero reparando nuestros vehículos, casas y otros artefactos sin los que «no podemos vivir».
Pero volvemos a caer en el problema de los costos al alza y de los escasos recursos.
¿Es realmente posible curar gratis?
¿Se puede practicar cirugías costosas y de alta precisión ad honorem?, ¿Están los médicos y hospitales dispuestos a ello, sin esperar retribución alguna?, ¿Contaremos siempre con empresas dispuestas a donar maquinaria, infraestructura, servicios e insumos?, ¿Cómo se cubrirían los costos de investigación y desarrollo si todo se lleva a cabo basándose en donaciones y subsidios?
Porque el Estado simplemente ya no puede más. Porque entre los costos de gestión, de educación, de defensa, la burocracia y otros servicios que también deben garantizar, sumado a la constante reducción de ingresos, el balance se hace cada vez más difícil de cuadrar.
Por el bien de los médicos y de los pacientes, ojalá y pronto se llegue a un consenso, o a un nuevo paradigma.
C. R. Luismël (LuCros)